Para que después no digas
que no te escucho, mi amor, lo pensé bien y tenés razón, no podemos darnos el
lujo de que me echen por un capricho mío. Así que al final hice lo que me
dijiste, regresé a la fábrica y hablé con mi supervisor. Estaba re caliente
conmigo —caliente de enojado, obvio— y yo aproveché eso.
Lo descoloqué de entrada.
Me arrodillé delante de él como para pedir perdón e hice
↧