CRMI (Centro de Recuperación de Mujeres Infieles) - Su Misión:
La infidelidad femenina es un trastorno sexual clínico que puede diagnosticarse, analizarse, tratarse, y finalmente curarse, si la paciente es sometida al tratamiento adecuado por el tiempo necesario.
Los familiares deben ser pacientes, pues los tratamientos pueden ser muy largos, en ocasiones dolorosos para los cónyuges, con recuperaciones que pueden oscilar entre picos muy altos y muy bajos en sus estados de ánimo, recaídas y reacciones indeseadas de abstinencia como ira y hasta violencia verbal y física.
En nuestro Centro de Recuperación tenemos una visión revolucionaria sobre el flagelo de la infidelidad femenina, y en base a esta visión estamos logrado resultados asombrosos. Únanse usted y su mujer, y juntos batallemos esta enfermedad para que no destruya su pareja y su familia.
Los testimonios:
Señores del Centro: por la presente les dejo una inquietud que espero ustedes sepan despejar. Como sabrán por mi número de legajo, interné a mi mujer en vuestro centro hace cosa de cuatro meses, porque la pobrecita había caído presa de esta innoble enfermedad, haciéndome cornudo no menos de cuatro o cinco veces por semana.
Por suerte detectamos los síntomas rápidamente, ya que mis amigos me la estuvieron cogiendo tan solo un año (los cinco); y por lo que luego me confesó ella, también tres compañeros de trabajo y el jefe. Gracias a Dios no me era que me corneaba sino simplemente que estaba enferma, por lo que no tuve inconvenientes en que ella me contara con lujo de detalles cómo estos nueve hijos de puta se la estuvieron enfiestando a mis espaldas durante tanto tiempo.
Una vez que la descubrí, mi mujer parecía curiosamente proclive a narrarme todas sus encamadas con otros, lo que, primero, me cayó mal. Hasta que ustedes me explicaron que es uno de los típicos síntomas, la de relatarle los cuernos y reírse en la cara del cornudo (no recuerdo el nombre científico del síntoma).
Como fuere, por fortuna en el CRMI mi mujer se recuperó. A fuerza de verga, porque el personal profesional con el que ustedes cuentan la estuvo sometiendo a verga gruesa de macho durante los cuatro meses, me la devolvieron curada, mucho más estirada, es cierto, pero ya sin más ganas de cogerse a mis amigos o sus compañeritos de oficina.
De su jefe, desgraciadamente no podemos decir lo mismo, el turro se la sigue cogiendo hoy día dos veces por semana, una en la oficina y los viernes en un telo lujoso de la Panamericana. Pero como me dice mi mujer: no son cuernos, quedó como parte del trabajo, algo así como un derecho adquirido. A mí me pareció raro pero ella dice que es así, que incluso el Directorio homologó ese derecho. En fin, si no son cuernos, creo que está bien. Lo que no entiendo es por qué mi mujer insiste cada vez que viene cogida por su jefe para que yo la limpie con la lengua. No me termina de gustar, pero si está homologado, qué se yo…
Viene llena, más que nada los viernes, rebalsando de leche del jefe, o del jefe y algún otro gerente, porque su jefe la hace coger con los socios o los gerentes (otro derecho adquirido, en fin…).
Ella llega y se tira en nuestra cama, boca abajo, pone el culo al cielo y me llama:
—Coruditoooooo —toda amorosa—. ¡Vení a limpiar, dale!
Y yo voy, me tiro entre su piernas, le abro los cachetitos de la cola (y más abajo ambién) y me zambullo a limpiarla de todo el enchastre que le hizo el jefe y el gerente de turno.
Después de limpiarla por casi una hora, en la que siempre le arranco algún orgasmo (pese a los años, no perdimos nuestro fuego), se pega una ducha, se pone un vestidito bien cortito y se va con las amigas a bailar (lo que no veo mal, pues me gusta que se divierta sanamente).
La cuestión es que no todas son buenas noticias, no se crean. El último fin de semana mi mujer volvió a las andadas. Salió con sus amigas a bailar, como lo hace todos los viernes, pero no regresó hasta el domingo.
El domingo al llegar a casa me mostró unas fotos (les adjunto una para el legajo, la más suave) y me contó, en lágrimas y muy arrepentida, lo que sucedió. El viernes habían ido a un boliche salsero y sus amigas se habían levantado un grupo de cubanos. No quiero hablar mal de terceros, pero deben saber que las amigas de mi esposa no son como ella. Son todas unas putas que engañan a sus maridos y los muy tontos ni se dan cuenta de nada. Estas mujeres aprovechan cada salida a bailar para dejarse coger por cuanto macho grandote se les cruce, mientras la tonta de mi mujer se queda en un rincón sosteniendo sus abrigos, como me ha dicho más de una vez.
Pero este viernes no fue así. Este viernes ella sucumbió a la tentación, quizá por el alcohol, y en medio del baile, mientras dos negros la refregaban, uno de adelante y otro por atrás, en un momento se perdió, y no sabe cómo terminó en el departamento de uno de ellos, con sus dos amigas y cinco morenos más. Se las estuvieron cogiendo todo el fin de semana los hijos de puta, mientras los otros cornudos y yo llamando a los hospitales y a la policía.
Se la cogieron primero de uno en uno, pero ya el sábado comenzaron a enfiestárselas de a dos o tres. Mi amorcito me contó que estuvo todo el sábado llena de pija, cogida por adelante y por atrás, en tandas de a dos y hasta tres negros. Que en un momento cayeron más amigos de los morochos y ya perdió la cuenta de la corona de cuernos que me estaba haciendo. Pero que todo el tiempo que la llenaban de verga pensaba en mí, y en que no me lo merecía.
Se podrán imaginar cómo me puse. Una cosa es que me la coja su jefe por una cuestión de trabajo homologado, y otra muy distinta es que me meta los cuernos con una docena de negros cubanos.
Sin embargo su decencia y sinceridad me hizo recapacitar. Ella bien pudo haberse callado y yo ni enterarme (como hacen siempre sus amigas y los otros estúpidos ni se enteran de nada). En cambio tuvo la decencia de contarme todo con lujo de detalles, penetración por penetración, incluso las doble penetraciones, y mostrarme fotos de cada encamada que los negros la sometían. Porque los negros le sacaban fotos a cada cogida, y las filmaban. No sé cuántas fotos de mi amorcito clavada de verga negra hasta la base llegué a ver, pero cada pija era bestial, muy gruesa y en general muy largas. Si cada pija medía 25 centímetros, y se la terminaron cogiendo unos doce, la conchita y el culo de mi esposa habían recibido al menos 3 metros de diferentes vergas.
Cuando hice este cálculo y se lo comenté, mi mujer jadeó y suspiró, se llevó la mano a la entrepierna y enseguida me hizo limpiarla, no supe bien por qué, pero bueno, le limpié a pura lengua la veintena de acabadas de los negros vergudos, que la tenían tan grande que se la mandaban más adentro que ningún otro hombre, como me dijo ella. Le tuve que limpiar por todos lados, porque se hizo coger por la conchita, por el culo, por la boca y hasta le enlecharon varias veces los pechos.
Al terminar, estaba yo a punto de decirle que basta, que lo nuestro se acabó, cuando ella me dijo que lo que le había pasado era seguramente una recaída. Que algo había leído en los folletos y que seguro, seguro era eso y no que yo era un cornudo.
Y bueno, acá estoy, en esto que no sé si es una consulta, un reporte o qué. Ella dice que es una recaída y yo no tengo por qué no creerle, tiene todo el aspecto de ser eso y no una infidelidad, pero por las dudas les pregunto para confirmarlo, no sea cosa que me esté tomando por tonto.
Cornudo legajo #1378801.
Estimado Cornudo legajo #1378801:
Efectivamente, se trata de una típica recaída. Como ella dijo: en ese fin de semana se la cogieron una veintena de negros. Si hubieran sido veintiuno o veintidós, usted sería un reverendo flor de pedazo de cornudo. Pero alégrese, una veintena es el límite (porque convengamos en que cogerse a más de veinte ya es de puta), de modo que el honor de ella y el respeto hacia usted no están comprometidos.
De todos modos, para que esto no pase a mayores, recomendamos traerla para que nuestro personal la someta a un refuerzo en su tratamiento (al menos dos semanas) a pura verga negra. Usted puede mirar sin costo.
Los pañuelitos descartables se los cobramos.