PROMO MUNDIAL
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ALEMANIA 1
*PUBLICO EL RELATO DE TODOS MODOS PORQUE YA ESTOY HECHO CON HABER LLEGADO A LA FINAL Y PORQUE EN DOS DÍAS ES 15 Y DE TODOS MODOS IBA A PUBLICAR ALGO NUEVO ^_^
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DAME UN SEGUNDO
Capítulo 42: De Regreso, Ash
Por Rebelde Buey
El enorme ómnibus rompió la cuadra adoquinada con sus luces, su bocina, y el griterío de una treintena de chicos y chicas eufóricos de tristeza.
En el edificio del colegio los esperaban un millar de padres, madres, novios, novias y amigos. Todos expectantes. Los padres, felices por el retorno de sus hijos. Los novios y novias, preocupados y resignados de antemano por lo que cada una de sus parejas habría hecho en su semana de descontrol por excelencia.
El micro estacionó lentamente sobre el cordón y abrió sus puertas para que bajaran los chicos.
Era un momento triste a pesar de la ruidosa algarabía. Era el final de una semana especial pero, por sobre todas las cosas, también el final de toda una etapa. De amigos. De profesores. De una vida hecha y aprendida a la perfección. Era el final de todo un mundo con nosotros como protagonistas, y el inicio incierto de algo por completo nuevo y absolutamente desconocido. Aunque nosotros creíamos que esa mezcla de euforia y tristeza solo era por el final del viaje a Bariloche.
Muchas chicas bajaron llorando. Algunos varones tratábamos de no hablar para no mostrar la angustia. Otros y otras disimulaban su desazón gritando más fuerte y aparentando (inconscientemente) alegría. Cada padre o novia o novio iban a su encuentro.
Tiffany y Ezequiel pisaron el asfalto y una sombra delgada y escurridiza se abalanzo sobre ellos, abrazándolos.
—¡Chicos! ¡Chicos! ¡Chicos! —repetía al borde de la histeria—. ¡Los extrañé, chicos!
Era Ash. Abrazaba la pareja con tal angustia, alegría y desesperación, que Ezequiel se conmocionó. Era como si hubiesen vuelto de la guerra.
Ash besaba a la pareja con besos cortos pero frenéticos, uno tras otro como una ráfaga de metralleta. Les besaba la cara, el pelo, la ropa. Estaba feliz y desahogando una gran ansiedad contenida.
—¡No me dejen nunca más! —decía entre sollozos—. ¡Nunca más, ¿entienden?!
Ezequiel se sintió afectado. No por las palabras, sino por cómo estaba su amiga. Él y Tiffany la rodearon, la abrazaron y le acariciaron la cabeza y los cabellos con ternura. Quizá por su rol de siempre en la pareja, Ezequiel era el que estaba más atento a lo que sucedía alrededor. Vio venir a sus padres y a la madre de Tiffany y se puso un poco nervioso. Codazo suave a Tiffany y la rubia los vio.
Las dos amigas estaban fundidas en un abrazo que era mucho más que amistad y la histeria típica de la edad. Los padres habían llegado y saludado, y ahora veían divertidos cómo ellas seguían unidas.
—Prometeme, Tiff... No me dejen más… —repetía Ash.
Estaban tomadas del cuello, una a la otra, Ash en lágrimas. Tiffany le corrió el cabello y acercó su boca al oído de la otra.
—Te comería la boca, Pioja… —le confesó en un susurro—. ¡Si no estuviera mi vieja te besaría toda!
—¡Besame! —suplicó Ash, un poco más alto de lo prudente—. ¡Por favor, besame…!
Tiff la siguió abrazando y la besó en la mejilla cuando la separó. Ash corrió la cara para que el beso le diera en los labios, sin lograrlo.
Saludamos a nuestros padres. Besos, abrazos, risas. Y enseguida fuimos a buscar los bolsos. Todo el curso se estaba despidiendo. Los padres eran testigos de cómo sus propios hijos los ignorábamos —más allá del primer saludo—, a pesar de que estaban allí para recibirnos y llevarnos a nuestras casas, amén de haber pagado el viaje y un largo etcétera.
La baulera donde se guardaba el equipaje quedaba del otro lado del micro, de cara a la calle, donde no estaban los padres. Ash vino con nosotros, seguía angustiada. Iba llevada de la mano de Tiffany como si fuera una criatura.
Eze comenzó a sacar los bolsos. Uno de los choferes estaba dentro de la baulera, ayudando.
—Besame —volvió a suplicar Ash—. Por favor, lo necesito…
El chofer se quedó sorprendido. Ezequiel miró alrededor: había otros chicos y un par de padres, más allá. Pero la mamá de Tiffany seguía del otro lado del bus, lejos de la vista.
—Mi amor… —le dijo la rubia, que se había respaldado contra el micro, cediéndose toda hacia su amiga.
Ash avanzó medio paso, se elevó un poco, la tomó de la cintura y la besó en la boca con pasión y ansiedad. Tiffany la recibió en un abrazo, besándola también.
El chofer le guiñó un ojo a Ezequiel, que ya tenía los bolsos junto a sus pies. Ash buscó su mano —la mano de Ezequiel—, sin dejar de besar a Tiffany.
—Los extrañé tanto… Los quiero tanto…
Se abalanzó ahora sobre él y lo besó con tanto ímpetu que Ezequiel trastabilló y ambos cayeron sobre los bolsos. Ash no dejó de besarlo y acariciarlo ni por un segundo, así encima de él como quedó. Se detuvo casi en un jadeo y lo miró a los ojos.
—Tocame —le pidió. Ash llevaba una minifalda bastante breve, la invitación no admitía dudas. Ezequiel hubiese querido consultar a su novia, aunque sea con la mirada, pero Ash no se merecía ningún desplante.
Ezequiel extendió su brazo y con la mano derecha comenzó a recorrer uno de los muslos de Ash, buscando la cola. La pequeña jadeó, cerró sus ojos y volvió a besarlo.
—Ay, sí… —susurró.
Unos minutos después, Eze volvía al otro lado del micro cargado hasta la exageración con sus bolsos y los de su novia. Tiffany y Ash caminaban abrazadas de la cintura, un poco más acarameladas de lo que las convenciones dictaban.
—No podemos separarnos más… nunca más en la vida…
—Eso es imposible, Pioja. Mirá cuando te toque a vos ir a Bariloche…
—¡No voy! —respondió al instante—. ¡O se vienen ustedes conmigo!
—Ay, hermosa… A nosotros no nos van a dejar ir.
—Pueden venir por su cuenta y nos encontramos allá… —Ash ya no estaba con aquellas primeras agitaciones de angustia, pero conservaba un dejo de desesperación ante la idea de volver a perderlos—. O podemos ir a otro lado… ¡Me chupan un huevo mis compañeros, yo quiero estar con ustedes! ¡Yo los quiero a ustedes! Podríamos ir a donde queramos… o al mismo Bariloche pero en otro momento… o a Brasil, o a donde sea, pero nosotros tres… Vos, Ezequiel y yo… solitos… juntitos… como en una luna de miel.
Los cinco bolsos con los que Ezequiel venía haciendo malabares cayeron de golpe. Aun en el bochorno de quedar en evidencia, Ezequiel no pudo hacer otra cosa que reír con las dos chicas.
—Parece que Ezequiel se puso nervioso…
—Trolas… —dijo Ezequiel sonriendo mientras volvía a recoger todo lo que se le había caído.
—¡Se imaginó una luna de miel con nosotras dos y se le aflojaron los bracitos!
—Sigan gastándome ustedes…
—Lo que no sé es por qué —dijo Ash, llena de picardía—. Una luna de miel con nosotras dos no significa necesariamente que vaya a coger más… o que vaya a coger, siquiera…
Los bolsos volvieron a caer. Y las chicas a reír.
Fin del Capítulo 42