A veces sucede que mi mujer me muestra las tetas. No lo hace siempre, tampoco una vez al año como mi “permitido” para cogerla. Digamos cada tanto, y es la gloria.
Porque… miren esos pechos. Yo los acaricio un poco y prácticamente me acabo sin tocarme. Los amigos de ella tienen más suerte que yo, no solo porque le ven los pechos bien seguido, sino porque además se los manosean, se los chupan, se los amasan mientras le clavan la verga en el medio, cogiéndoselos. Son tres amigos, nada más (en una época eran ocho): uno que se levantó hace un año en un boliche, en una salida “de amigas”; otro es un ex compañero de trabajo y el tercero no sé, uno llamado Víctor, que viene a casa a cogérsela los martes y viernes pero que nunca me dicen cómo o dónde se conocieron. Los tres tienen más suerte que yo porque cada uno se coge a mi mujer mínimo dos veces por semana, y como un año tiene 52 semanas, los hijos de puta se la cogen 100 veces más que yo. Pero además tienen más suerte porque pueden acabarle en las tetas, si quieren, o en la cola, o adentro, como hacen casi siempre. Yo no puedo elegir. Es decir, puedo, pero si la única vez al año que me toca voy a acabarle cogiéndole las tetas, no sé… me parece un desperdicio. Por eso cuando es mi turno, trato de ni mirarla de frente, no quiero verle esas tetazas porque me calientan demasiado y me hacen ir rápido. La pongo de costado, tipo cucharita, y se la clavo. Y empiezo a bombear. Pero enseguida mi mujer quiere que la acaricie, “que le haga el amor”, como ella dice, y entonces me pide que la agarre de las tetas, así desde atrás como estoy.
Porque… miren esos pechos. Yo los acaricio un poco y prácticamente me acabo sin tocarme. Los amigos de ella tienen más suerte que yo, no solo porque le ven los pechos bien seguido, sino porque además se los manosean, se los chupan, se los amasan mientras le clavan la verga en el medio, cogiéndoselos. Son tres amigos, nada más (en una época eran ocho): uno que se levantó hace un año en un boliche, en una salida “de amigas”; otro es un ex compañero de trabajo y el tercero no sé, uno llamado Víctor, que viene a casa a cogérsela los martes y viernes pero que nunca me dicen cómo o dónde se conocieron. Los tres tienen más suerte que yo porque cada uno se coge a mi mujer mínimo dos veces por semana, y como un año tiene 52 semanas, los hijos de puta se la cogen 100 veces más que yo. Pero además tienen más suerte porque pueden acabarle en las tetas, si quieren, o en la cola, o adentro, como hacen casi siempre. Yo no puedo elegir. Es decir, puedo, pero si la única vez al año que me toca voy a acabarle cogiéndole las tetas, no sé… me parece un desperdicio. Por eso cuando es mi turno, trato de ni mirarla de frente, no quiero verle esas tetazas porque me calientan demasiado y me hacen ir rápido. La pongo de costado, tipo cucharita, y se la clavo. Y empiezo a bombear. Pero enseguida mi mujer quiere que la acaricie, “que le haga el amor”, como ella dice, y entonces me pide que la agarre de las tetas, así desde atrás como estoy.
Y yo la agarro. Obvio que la agarro. Y si voy por la segunda o tercera estocada… imagínense, un año sin poder cogerme a mi propia mujer, con el recuerdo de los otros tres turros gozándosela cuantas veces quieran... La agarro de las tetas, me lleno las manos con esos pezones y aunque vaya por la tercera o cuarta clavada me es imposible contenerme.
Me deslecho. Como un novato. En el quinto movimiento.
-Ahhhhh…!
-Ay, mi amor, otra vez me cogés como un cornudo…
-No me digas… Ahhh… así… uhh…
Me deslecho. Me deslecho y es como si toda la frustración de no poder cogérmela durante el año, la frustración de tener que esperarla a la madrugada a que me la traigan toda garchada, o la de dormir en el sillón de mi propio living, se fueran de mi cuerpo con esa acabada.
-Ves por qué tengo que traer a casa a tantos amigos…?
Cuántas veces me la habrán cogido esta semana? Seis o siete veces. Yo solo una, y deberé esperar 52 semanas más.
-Te gustó, cornudito? –me pregunta, amorosa, aunque quitando mi pija de su humanidad.
-S… sí, mi amor… me encantó! Siempre me encanta… Es… es lo más hermoso que me sucede en la vida cada vez que…
-Y este año aguantaste un montón!
Se levanta de la cama, se va al baño a higienizarse. Yo miro el colchón que acabamos de dejar, está casi intacto, solo una arruga mediana donde estaba ella.
-No me lo llamás a Víctor, mi amor? –me pide desde el baño. Víctor solo significa fornicar de manera sucia y salvaje hasta la madrugada-. Y decile que traiga a un amigo… Me dieron ganas de... no sé, fue tan poquito que me dieron ganas de mucho…
Y me sonríe y cierra la puerta. Y yo voy a buscar el teléfono y a comenzar a contar otra vez los minutos hasta el próximo año.
FIN.