DAME UN SEGUNDO
Capítulo 43: Tres
Por Rebelde Buey
Lo había vivido mil veces pero no había forma de acostumbrarse. Ver una pija gruesa penetrando limpiamente el culito en punta de su novia seguía acelerándole el corazón como la primera vez.
Tiffany suspiraba pesadamente, los ojos entrecerrados buscando la almohada para enterrar su rostro en ella. Tenía las rodillas flexionadas, la cola parada y a Jonatan detrás, tomándola de la cintura mientras le empujaba lentamente toda su carne hasta el final.
Ezequiel le alcanzó la escurridiza almohada que Tiffany no encontraba.
—Mi amor… —agradeció ella y suspiró más pesadamente cuando la verga de su amante comenzó a retirarse… para volver a penetrar.
La pareja había aprovechado la obsesión de Jonatan con la perfecta cola de la rubia, para convertir los encuentros con él en un juego propio. Coger con Jonatan significaba lisa y llanamente que ella iba a ser abusada exclusivamente por el culo, y Ezequiel le comería la conchita mientras esto sucedía. Algo que enloquecía de placer y morbo a la rubia, haciendo de Jonatan un socio perfecto. Desinhibido, buen mozo, buen tamaño ahí abajo. A Ezequiel le hubiese gustado que el macho fuera un poco más turro, pero sin lugar a dudas era un socio espectacular.
Estos encuentros eran sencillos. Jonatan se la cogía solamente por el culo, dos o tres veces por sesión, en presencia del cornudo. Rara vez la penetraba vaginalmente y también rara vez traía un amigo. Esos días, el amigo y él se turnaban para hacerle el culo a Tiffany y el pobre Ezequiel debía duplicar esfuerzos para asistir y limpiar a su novia.
Lo bueno era que todos esos encuentros terminaban igual: con Tiffany y Ezequiel haciéndolo cuando el macho se iba.
—Mi amor… —le dijo tiernamente Tiffany a Ezequiel y le besó el pecho. Tenían unos minutos a solas mientras Jonatan se duchaba en el baño—, ¿qué hacemos con la Pioja…?
Ezequiel se sorprendió.
—¿Con Ash? No sé… ¿Por?
—¿Cómo “por”? ¡Por todo lo que pasó en el viaje a Bariloche! Y la vuelta… Y…
—No sé.
—¿No te gustaría estar con ella?
—No sé.
—No me mientas.
—Bueno, sí, obvio. Pero no sé a dónde querés ir. Te la apretaste. Me la apreté. No pasa nada…
La ducha, en el baño contiguo, se cerró. Jonatan saldría secándose y buscando su ropa en cualquier momento.
—Quiero saber si alguna vez pensaste cómo sería coger con otra.
—Nunca.
—¿Y con Ash?
Ezequiel respiró. Debía medir bien sus palabras porque aquello podría ser una típica trampa femenina. Aunque su novia no tenía ese tipo de manejos con él.
—No sé…
—¡Dejate de joder! ¡Yo vi cómo te la apretaste! ¡Y cómo la manoseaste!
—Ya hablamos de esto.
—Creo que Ash está enamorándose de los dos… —Se hizo una pausa donde ambos enmudecieron, sin siquiera respirar—. ¿Te gustaría estar en la cama con Ash y conmigo?
A Ezequiel le brillaron los ojos.
—¡Me encantaría!
Momento.
Ezequiel quedó petrificado y casi se le atraganta el aliento que había tomado para responder. Giró su rostro hacia la puerta del baño, de donde había venido la voz, porque él no había llegado a pronunciar palabra.
Allí estaba Jonatan. Desnudo, con su terrible cuerpazo y su sonrisa fresca, secándose el cabello desprolijo con un tohallón.
—¿Por qué me miran? —se sorprendió—. Obvio que me encantaría. Ash y vos son dos caramelitos…
Ezequiel no sabía qué decir. Jonatan había respondido por él, anotándose en una partida a la que no había sido convocado.
—No, Jonatan, ella me preguntó a mí… —Ezequiel miró a su novia para que ella lo apoyara en su reclamo.
Jonatan los miró divertido, como si Eze hubiera dicho una broma. Saliendo del baño había escuchado la pregunta de Tiff y esa era una pregunta que no se le hacía a un cornudo.
—¡Jajaja! Sí, claro…
—¿No es cierto, mi amor?
Pero Tiff ni miró a su novio. Estudió por un segundo a Jonatan mientras éste comenzaba a vestirse.
—¿Quiere decir que te la bancarías con las dos?
La pregunta era para Jonatan.
—¡Por supuesto! Cualquier tipo les daría a las dos —miró a Ezequiel y agregó con cierta burla, pero sin maldad—. Salvo un cornudo como tu novio…
—No, Jonatan —acotó Eze—, Tiffany me estaba preguntando a mí, en serio…
Tiffany nuevamente lo ignoró por completo.
—Es interesante, no se me había ocurrido… Si cualquier tipo se animaría, eso incluye también a tus amigos…
—¡iAmor! —se quejó Ezequiel.
Jonatan sonrió.
—Todos mis amigos. Los que ya conocés, y otros que no conocés.
Tiffany lo miró con lujuria, regodeándose.
—Hmmm… Parecerían ser unos cuantos…
—Casi todos mis compañeros de la fábrica se prenderían sin dudar.
—¿Escuchaste, mi amor? —Tiffany giró su rostro hacia Ezequiel— Jonatan me consigue toda una fábrica y vos te la pasás dudando… así no vas a dejar nunca de ser un cornudo.
La suerte estaba echada otra vez.
Mi novia Luana era morbosa y perversa, ya lo saben. Pero Tiffany no se quedaba un pelo atrás. No por maldad, sino por pura diversión. Aunque no lo hacía muy seguido, sus jueguitos tortuosos eran como una forma más de comunión con Ezequiel.
Aquella tarde, cinco días después de su encuentro con Jonatan, Ash y Ezequiel habían llegado a la casa de Tiff casi al mismo tiempo. Era habitual verlos siempre juntos últimamente. Desde el viaje a Bariloche, la Pioja se mostraba reacia a dejarlos mucho tiempo solos.
Esta aparente intromisión no molestaba para nada a la pareja. Al contrario, disfrutaban de su compañía y ya tenían los tres una confianza tal que Tiffany y Ezequiel no se privaban de besarse o manosearse delante la pequeña. Es que luego de que Ezequiel y Ash se besaran con la bendición de la rubia, los límites entre ellos se hicieron muy difusos.
Lo que había sucedido entre ellos tres durante el viaje a Bariloche era algo tan novedoso que ni siquiera Tiffany sabía bien cómo actuar. Sin que nadie dijera nada, cada uno optó por no hablar demasiado del asunto y simplemente compartir momentos y agradecer para sí la disponibilidad de los otros.
Así, a veces iban los tres abrazados por la calle. O Tiffany y Ezequiel podían besarse en un cine, y Ash sostener la mano de cualquiera de ellos en la oscuridad. Ash también participaba. Los primeros días nadie había sabido cómo actuar. Era como si todos estuvieran pendientes del permiso del otro para no meter la pata. Pero no tardaron mucho en sentirse cómodos con todas las opciones. Lo que había ayudado a esta comodidad eran los pequeños momentos que la Pioja había tenido a solas con cada uno de los otros dos. Con Tiff se había acurrucado bajo sus brazos y había logrado generar un momento muy íntimo y sentido. Incluso se habían dado unos besos que habían surgido con naturalidad, y que derivaron en tímidos toqueteos.
Era obvio en ese punto que Ash se uniría a ellos. El tema era cómo.
Cuando Ash estaba a solas con Ezequiel, siempre hablando de esos pocos primeros días después del viaje de egresados, la Pioja se mostraba con mayor desparpajo del que uno podría esperar, y a menudo lo provocaba, se le insinuaba o directamente se le abalanzaba encima. Tenía con él una actitud mucho más activa y divertida, y se aprovechaba de su condición de mujer, de amiga de su novia, de amiga de él, de su fama de mujer alfa (que en realidad no lo era), y de todo lo que tuviera a mano para ponerlo nervioso y dulcemente vulnerable.
Sí, se besaron, desde luego. Y bastante. Y no se lo ocultaron a Tiff. Pero tampoco se ufanaron de ello. Ni de besarse ni de blanquearlo con la rubia.
Allí comenzó a darse esa naturalidad entre ellos. Con bromas. Con manoseos doble intencionados. Pero con respeto ante todo. Respeto genuino. Del que no hace falta profesarlo porque simplemente está, existe.
Un viernes a la noche, en la habitación de Tiff, con la tele prendida en un programa estúpido y ruidoso, Ash se besó sentidamente con Eze y le tomó la mano a su amiga. Tiff se había acercado a ella por detrás para besarla en el cuello y hombros. En un minuto los tres eran uno, fundidos en una manifestación sentimental única, pura e inocente.
Las ropas cayeron. Las bocas deambularon aquí y allá bebiendo y entregando, sumiéndose y doblegando la carne, los gemidos, las almas.
Eran todos y eran uno, y las explosiones se dieron en espasmos mudos e inesperados, contenidos en caricias dulcísimas y a la vez licenciosas. La apuesta era a todo o nada y no había forma de perder.
A Ezequiel le cayó la ficha a la mañana del otro día, mientras paseaba, somnoliento, a su perro. “¿Tengo dos mujeres?”, se preguntó de golpe; sorprendido, más que otra cosa. Se rió ante lo inverosímil de la situación. Algunos dudaban de que un cornudo se mereciera una mujer, y él parecía tener dos. Se preguntó también cómo sería tener dos amores, dos mujeres como aquellas.
La respuesta la iba a tener esa misma noche.
Tiff iba a cocinar para él y Ash. Intuía, por supuesto, que iba a tener una noche movida con “sus dos mujeres”. Pero en la casa de su novia estaba la madre, su suegra. Tiff sin embargo mantenía su buen humor. Ash tocó el timbre y la rubia le gritó a su madre que salía. Eze se sorprendió un poco y vio cómo su novia saludaba a la Pioja con un pico en la boca con una naturalidad absoluta. Ash también besó sus labios a modo de saludo y los tres salieron a caminar.
—Creí que ibas a cocinar para nosotros.
—Sí, pero no en mi casa —sonrió Tiff con picardía.
Ezequiel la miró y en su rostro podía leerse “¿qué estás planeando, hija de puta?”. Tiff volvió a sonreír.
Llegaron a la casa de Jonatan un rato después. Era en realidad un departamento viejo y grande de tan solo tres plantas. Ya subiendo las escaleras Eze vislumbró cómo iba a ser la noche. Jonatan besó bastante efusivamente a sus dos chicas, y ellas le respondieron demasiado alegremente, permitiéndole incluso manoseos descarados.
Pero para su sorpresa, más allá de toqueteos tontos y chistes con doble intención, la noche arrancaría de lo más saludable. Especialmente porque lo de la comida casera era cierto. Tiff se hizo cargo de la cocina y Ash se convirtió en el acto en su ayudanta o, más aun, en su par (aunque no tenía tanta idea como la rubia, algo sabía del tema y le ponía mucha actitud). Cuando los hombres quisieron ayudar, las chicas los sacaron con regaños en broma. Querían homenajear el momento y a los dos hombres.
Y sí, luego de una comida sorprendentemente exquisita y un postre un tanto malogrado pero de todos modos comestible, Jonatan se llevó a las dos chicas a su habitación. Fue en un estudiado descuido. Tiff y Ash había sugerido que ya que ellas habían cocinado, a los hombres les tocaba lavar platos y cacharros. Era lo justo. Ezequiel fue inocentemente a cumplir y al segundo plato que había lavado se dio cuenta que estaba solo en la cocina. Sus dos novias habían desaparecido junto con Jonatan. Fue al living y tampoco. Sonrió. Decidió darles unos minutos, por lo que volvió a fregar platos, vasos y tenedores.
Cuando terminó fue casi corriendo a la habitación, su corazón se había acelerado. Su expectativa era enorme y experimentaba toda una nueva excitación o, mejor dicho, una excitación renovada y aumentada. Iba a ser el cornudo de dos mujeres, y eso iba más allá de cualquier delirio que hubiese imaginado en su vida.
Escuchó el ronroneo de una de sus chicas y de Jonatan, y se preguntó si se sentiría igual de excitado siendo el cornudo de Ash que de su novia. ¿Pero Ash no era su novia, también? Realmente no estaba seguro. Tampoco tenía forma de adivinar cómo terminaría todo aquello.
La puerta estaba cerrada pero no del todo, como una invitación solapada. Empujó suavemente el picaporte con un dedo y el espectáculo le llenó los ojos. Jonatan en el borde de la cama besándose con Tiff, su jean entreabierto y bajado solo hasta los muslos. Ash, arrodillada, se prendía de su pija con entusiasmo y le propinaba una mamada salpicosa.
La Pioja lo miró entrar y le sonrió sin dejar de masturbar esa pija de muy buenas dimensiones, ni de chupar.
—Chicas… —murmuró a modo de saludo.
Tiff dejó de besar a Jonatan y comenzó a desabrocharle la camisa. Le sonrió a su novio.
—Hola, mi amor. Tardaste mucho y nos aburríamos…
—Eze —terció Jonatan—, ¡qué buenas minas tenés, man! ¡Y cómo me las voy a coger!
Guió a Tiffany hacia abajo y en un instante la rubia y Ash compartían arrodilladas, con gula de auténticas putas, la barra de carne de su macho.
Ezequiel se sentó en el piso. Le molestaba su pija dura en el pantalón y se la acomodó con disimulo. Media hora después sus dos novias gemían de rodillas en la cama, con sus culos hacia afuera y con el macho de pie, cogiéndose a las dos, alternando tres o cuatro estocadas en una, tres o cuatro en la otra. Y claro, el cornudo pajeándose furiosamente.
Luego Ezequiel estuvo con ellas. Besándolas en la boca mientras recibían pija. Ayudándolas. Dándoles soporte moral y afectivo. Sostuvo la mano de Ash mientras Jonatan la penetraba pacientemente por el culo.
—Ay… Me duele, Eze, me duele… —se quejaba tímidamente la Pioja mientras lo tomaba de una mano y de una de las solapas de su camisa.
—¿Querés que le diga que pare?
—No. Quiero que estés conmigo. Quiero que me digas cosas lindas… ¡Que me ayudes a aguantarme ese pedazo de pija!
Eze la besó con amor mientras Jonatan le enterraba un poquito más la cabeza.
—Aguantá, mi amor, aguantá…
—Sí, sí, Eze… ¡Ahhh…! Me la estoy aguantando…. ¡Me la estoy aguantando para vos, mi amor!
—¡Cómo te estoy rompiendo el culo, pendeja!
—Mi amor… —volvió a decir Ash mirando a Eze a los ojos, rostro contra rostro, casi tocándose las narices—. Me están haciendo la cola, mi amor… La colita que ahora es tuya… —Ash sentía cómo la verga le avanzaba centímetro a centímetro—. Te estoy haciendo cornudo, Eze… ¡Te estoy convirtiendo en mi cornudo, mi amor!
—¡Piojita, sos una dulzura!
—Te siento mío, Eze… Y… Ahhhhh… me siento tuya…
—Sos mía, Pioja…
Cuando la pija de Jonatan se enterró por fin hasta la base, Tiff dejó por un segundo de chuparle la exquisita conchita a su amiga y novia, y sonrió para sí, más satisfecha que ninguno en esa habitación.
Fin